Lo hicieron de nuevo. Los fundadores de la biotecnológica CALICE levantaron una nueva inversión de capital por u$s1.000.000, aportada por el fondo Astanor, con sede en Bélgica, pero ámbito de operación en toda Europa.
Este desembolso se suma a los u$s1.500.000 que la startup había conseguido a comienzos de 2025, de Draper Cygnus, Xperiment Ventures, Air Capital e Innventure, además del australiano GrainCorp Ventures.
CALICE: en qué usará los fondos
"Estos fondos nos permitirán profundizar nuestra estrategia de internacionalización, con foco en los Estados Unidos y Europa. Vamos a acelerar la llegada de nuestra tecnología a nuevos mercados, fortalecer nuestras operaciones y avanzar en colaboraciones estratégicas con actores clave de la industria", afirma a iProUP Ramiro Olivera, cofundador y CEO de la iniciativa.
En ese sentido, el biotecnólogo por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) -que previamente había fundado Kheiron Cloning, una firma pionera en clonación equina, entre otras startups- explica: "Nuestro modelo de negocio es global, ya que los ensayos de campo virtuales no tienen barreras geográficas. Nos permiten trabajar con clientes de cualquier parte del mundo, sin depender del contexto económico local".
Creada en 2022 por el mencionado científico junto con sus pares Esteban Hernando (CSO) y Andrés Rabinovich (CTO) y el ingeniero Pablo Romero (COO/CFO), CALICE ya había logrado una ronda presemilla de 750.000 dólares al año siguiente de su alumbramiento, financiada en ese caso por inversores ángeles.
En sus sedes de Buenos Aires, Argentina, y San Francisco, Estados Unidos, un equipo de 15 personas está abocado a transformar el agro, al menos en parte, mediante la virtualización de ensayos de campo, con el propósito de acelerar el desarrollo de cultivos y productos biológicos.
CALICE permite desarrollar productos agrícolas usando menos tiempo, dinero y recursos naturales
"El agro enfrenta un problema fundamental: el desarrollo de nuevas variedades y productos biológicos sigue dependiendo, en gran medida, de ensayos de campo extensivos, que requieren años de validación, grandes inversiones y están sujetos a factores incontrolables, como el clima y las condiciones del suelo. CALICE nace con la misión de reemplazar una parte significativa de estos ensayos mediante simulaciones virtuales, para permitir que el proceso sea más eficiente, predecible y accesible para las empresas del sector", ilustra Olivera.
CALICE: historia y futuro
La elección de ese enfoque se basa, precisamente, en la trayectoria de sus fundadores. Olivera afirma que entendió el potencial de aplicar modelado computacional a la agricultura al conocer los avances de Hernando -doctor en Biología Molecular también por la UNSAM-, en el campo de la biotecnología vegetal en el CONICET.
Allí, el investigador dirigía un equipo especializado en modelado predictivo de cultivos, del que también formaba parte Rabinovich, doctor en Física por la UBA y experto en simulaciones computacionales.
A su turno, dice, Romero comprendió, desde su formación en negocios, con un MBA de la Universidad de San Andrés, cómo convertir los avances científicos en una empresa escalable y con un modelo de negocios atractivo para la industria global. "Juntos, vimos la oportunidad de aplicar estos modelos para transformar la manera en que se desarrollan los productos agrícolas", continúa el CEO de la iniciativa.
!Desarrollamos NODES, una plataforma de ensayos de campo virtuales, que utiliza inteligencia artificial y modelado computacional para el desarrollo de cultivos y productos biológicos, sin la necesidad de realizar pruebas extensivas en el campo", señala.
El emprendedor agrega que "mediante simulaciones avanzadas, permite evaluar el comportamiento de nuevas variedades en distintos ambientes, optimizar estrategias de cruzamiento, analizar tolerancia a enfermedades y predecir la efectividad de bioinoculantes y biofertilizantes, antes de su aplicación en condiciones reales".
De esta forma, resalta Olivera, "la gran ventaja de esta tecnología es que reduce drásticamente los tiempos y costos de validación de nuevas soluciones agrícolas, al permitirles a las empresas reemplazar parte de los ensayos físicos con simulaciones precisas y replicables".
"Esto no solo acelera la llegada de nuevos productos al mercado, sino que también minimiza la incertidumbre y el impacto ambiental de los ensayos tradicionales. En concreto, estimamos que podemos reducir hasta un 80% la necesidad de ensayos a campo y hasta un 50% los tiempos de desarrollo", confirma.
Y completa: "A diferencia de otras soluciones, que dependen exclusivamente de datos genómicos o experimentales limitados, la plataforma integra múltiples fuentes de información, como por ejemplo datos históricos de rendimiento, clima, suelo, genética y pedigríes, lo que permite modelar un cultivo de manera integral".
De hecho, CALICE dedicó todo el año pasado a cerrar pruebas de concepto del modelado de cultivos como maíz, cebada, trigo, arroz y soja, en conjunto con empresas de Argentina y multinacionales que el emprendedor prefiere no mencionar. El propósito consistió en validar la capacidad de la plataforma para reducir costos y acelerar los tiempos de desarrollo.
"Luego de estas validaciones, que demostraron con resultados concretos la efectividad de la tecnología, proyectamos cerrar contratos por 800.000 dólares en 2025, mediante el licenciamiento de la plataforma", puntualiza Olivera. El modelo de negocios, en efecto, se basa en una suscripción, ofreciéndole la posibilidad a una empresa del agro de utilizar la plataforma para distintos cultivos o productos, sin restricciones de aplicación.
Liderada por Eric Archambeau -expresidente de la fundación alimentaria del famoso cocinero inglés Jamie Oliver-, Astanor gestiona cerca de 1.000 millones de euros en activos e invierte en tecnológicas que aceleran la transición hacia una economía sostenible y, en particular, hacia la digitalización del agro.
Entre sus apuestas más destacadas figuran la belga Aphea.bio, que recaudó 70.000.000 de euros con sus bioestimulantes; o la estadounidenses Plantible, que hizo lo propio con 30.000.000 de dólares, gracias a su proteína cultivada.